miércoles

La bici como sustituto del automóvil






¿Queremos una ciudad para las personas o para los coches? La humanización de nuestro espacio vital, de las nuevas urbes de nuestra era es un reto pendiente de afrontar en nuestro archipiélago. En este sentido, la divergencia con Europa es muy significativa, más que en otras materias como el PIB o la Sanidad: capitales modelo como Copenhague, Ámsterdam, Berlín, Londres o París, y miles de ciudades pequeñas en todo el territorio de la Unión, han tomado la decisión de crear ciudades con prioridad de uso para las personas.

Se trata de una revolución silenciosa, con una idea muy simple de recuperar el espacio robado por el automóvil. Si los niños no pueden andar solos, si los discapacitados en sillas de ruedas no pueden pasar, si los ancianos peligran, si los peatones nos vemos relegados y confinados a aceras estrechas, es entonces que nuestro modelo está equivocado. En Barcelona y Sevilla también lo saben, y se han creado decenas de kilómetros de vías peatonales y carriles bici, se han eliminado carriles para los coches y se ha limitado la velocidad a 30 km/h en muchas calles, ¿y cuál ha sido el resultado? Que la gente ha vuelto a disfrutar de la calle, que las relaciones humanas han vuelto a dominar la ciudad, que los niños han regresado al espacio público, más allá del tráfico y del mal humor. Solo tenemos que observar que ha ocurrido en las calles Herradores y Viana de La Laguna, o lo que ya está pasando en la calle La Carrera, o lo que ocurrió con el Plan Urban en el centro de Santa Cruz. El coche en la ciudad es un trasto inviable. Es irracional, se mire por donde se mire, que un coche ocupe más de ocho metros cuadrados en circulación o estacionado, cuando la mayor parte de la gente no dispone de ese espacio en su propio puesto de trabajo.

Los países más desarrollados han optado por la bicicleta en la ciudad, es respetuosa con las personas y el medio ambiente, no emite gases de efecto invernadero ni otros gases contaminantes, no emite ruidos, su utilización es saludable, tanto desde un unto de vista físico como psíquico, ayuda a convivir y se aparca fácil. Pero hay una virtud de la bicicleta que se suele nombrar menos, y posiblemente es de las más importantes: nos ayuda a profundizar en la democracia. Mientras el automóvil separa a la gente, la bicicleta integra a los ciudadanos, los pone en relación a unos con otros. La bicicleta es un medio de transporte más igualitario, en las ciudades que se encuentran en la cúspide de nuestra civilización, allá hacia donde miramos, lo mismo el Rector de la Universidad como el más joven de los alumnos van en bici, sin diferencias, sin ostentaciones absurdas. El desarrollismo que ha vivido nuestras islas en las últimas décadas ha provocado un cierto deslumbramiento por el tráfico motorizado, en Tenerife y Gran Canaria quitamos los tranvías para luego darnos cuenta de que teníamos que volver a ellos, ahora toca desplazar el coche fuera de la ciudad, para que las personas podamos tomar ese espacio, y no solo en el centro de nuestras urbes o con afán comercial, porque los habitantes de la periferia, de la zonas residenciales y de los suburbios tienen los mismos derechos a disfrutar de las calles.

¿Queremos una ciudad para las personas o para los coches? Si apostamos por la personas, las administraciones deben crear los carriles bici y aparcamientos de bicicletas, deben de restringir la entrada de tráfico motorizado en la ciudad, disminuir la velocidad de los vehículos y profundizar en la peatonalización de las urbes. Cuando los tinerfeños hayamos recuperado Santa Cruz y La Laguna para las personas, a pie o en bicicleta, y nuestros hijos puedan volver a jugar en las calles nuevamente, la convergencia cultural de nuestra isla con Europa habrá dado un paso definitivo e irreversible.

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